Empecé a sentir tu mano sobre mi piel y se me erizó el bello.
Comenzaste a besarme delicadamente los labios,
mientras recorrías mi espalda con tus dedos.
Me ruborizaba.
Seguí tu beso y enredé mis manos en tu cabello,
deslizándolas hacía tu cuello, acercándome a ti.
Me cogiste por la cintura y me pegaste a tu cuerpo.
Sentí como se aceleraba tu corazón,
como a cada instante el beso se convertía en un frenesí, dejándome sin aire.
Caí sobre la cama y tu sobre mi,
me besaste el cuello bajando poco a poco hacía mis pechos y abdomen.
En aquel instante mi burbuja estalló al oír la puerta de casa.
Los dos pegamos un brinco y nos pusimos en la mesa de estudio,
¡No podía ser! Mis padres, que oportunos.
No sabía si después de aquello todo iba a cambiar entre nosotros
o si nunca más hablaríamos del tema
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